Cómo prevenir la afectación cerebral de las mucopolisacaridosis (MPS)

Las mucopolisacaridosis (MPS) son un grupo de de baja prevalencia, caracterizadas por la deficiencia de enzimas que participan en el metabolismo de glucosaminglucanos (GAG) a nivel lisosomal. Se caracterizan por acumulación de GAG intracelular, produciendo alteraciones de múltiples órganos y sistemas. Su diagnóstico se basa en el conocimiento de las manifestaciones clínicas, realizar el análisis bioquímico para identificar el tipo de GAG que se está acumulando y confirmar el tipo de enfermedad con la determinación enzimática correspondiente.

La identificación es fundamental para iniciar un tratamiento oportuno, teniendo en cuenta que actualmente existe un manejo transdisciplinario y tratamiento de reemplazo enzimático para MPS I (), MPS II (síndrome de Hunter), MPS IV () y MPS VI (síndrome de Maroteaux-Lamy).

El futuro de las mucopolisacaridosis (MPS) con afección neurocognitiva estará marcado por las investigaciones puestas en marcha para conseguir tratamientos más eficaces para frenar o prevenir la afectación cerebral. Es una de las conclusiones del director de la IV Edición del Programa SUMANDO ‘Cerebro y MPS', el doctor Luis González Gutiérrez-Solana, coordinador de la Consulta de Neurodegenerativas de la Sección de Neuropediatría del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús y responsable del Grupo Multidisciplinar MPS-NDG.

Organizado por este hospital y en colaboración con BioMarin, Sanofi-Genzyme, Shire y Ultragenix, el encuentro multidisciplinar ha reunido en Madrid a los principales especialistas pediátricos y de adultos implicados en la asistencia sanitaria de los pacientes con mucopolisacaridosis, que conviven con multitud de complicaciones y que requieren un abordaje integral.

Cómo afecta la MPS

El conocimiento de los patrones de neurodegeneración, la neuroimagen, el abordaje terapéutico de los trastornos conductuales, las complicaciones neuroquirúrgicas, el trasplante de células hematopoyéticas, y aspectos actuales y futuros del tratamiento de las MPS es clave.

Se ensayan formas de tratamiento capaces de atravesar la barrera hematoencefálica, tanto en terapia enzimática sustitutiva como en terapia génica y diferentes vías de administración como la perfusión intracerebro ventricular.

Ejemplo de estos esfuerzos son los avances logrados en torno al trasplante de progenitores hematopoyéticos en el Síndrome de Hurler: “Las guías estandarizadas desde 2005 han generado un pronóstico más favorable. Incluye el uso de un donante adecuado, un acondicionamiento ablativo, la elección preferente de las células de cordón umbilical y que el procedimiento sea hecho precozmente en un centro con experiencia”, sentencia el especialista del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. Si el trasplante se realiza antes de los nueve meses, la posibilidad de mantener las funciones neurocognitivas normales son muy altas.

El tratamiento de los problemas conductuales y del sueño no es nada fácil porque son multifactoriales, donde influye una neurodegeneración, hipoacusia, conflictos ambientales ante una enfermedad tan compleja, problemas respiratorios y apneas de sueño, ansiedad reactiva y, en algunos casos, actividad epiléptica”.

Además de medicamentes, la recomendación pasa por incluir una valoración de las complicaciones somáticas, la intervención sobre el medio, tratamiento conductual y, por último, apoyo familiar y escolar.

Mucopolisacaridosis I (Hurler, Hurler-Scheie y Scheie)

En la MPS I hay acumulación de heparán sulfato (HS) y dermatán sulfato (DS), lo cual genera disfunción multiorgánica progresiva. La enfermedad se ha clasificado en 3 fenotipos:

-MPS IH o síndrome de Hurler, caracterizado por severos tempranos que generan la muerte en la primera década de vida.

-MPS IH/S o síndrome de Hurler-Scheie, presenta menores complicaciones que el fenotipo MPS IH y las personas viven más años, falleciendo entre la segunda o tercera década de vida.

-MPS IS o síndrome de Scheie (antes MPS tipo V, se descubrió que el defecto enzimático era el mismo que Hurler) se presenta con síntomas atenuados y buen pronóstico de vida, viviendo alrededor de los 30 a 40 años.

 

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Fuente: https://goo.gl/oKAGCR